Poder vs. Instituciones

Es cierto eso de que “Dios escribe derecho sobre renglones torcidos”. Pasé parte del fin de semana respondiendo comentarios sobre el post “¿Hay que matar a Cristina?”.
Y entre respuesta y respuesta (admito que el trámite fue olvidable en todo sentido) entendí algo importante: muchos argentinos confunden respeto al poder con defensa de las instituciones. ¿Será por eso que nos aferramos a los líderes? El poder no debe ser defendido. Es más, creo que debe ser atacado permanentemente (especialmente la prensa); ejercicio que, entre otras cosas, le pone límites a sus naturales desbordes.
La palabra tiene mucho que hacer en ese sentido. Por eso los gobiernos dictatoriales, aunque tengan origen democrático, tratan de silenciarlas. No porque atenten contra la institución, sino porque acotan sus excesos y deterioran su voluntad de quedarse para siempre en el sillón. Ahora bien, ¿cómo se defienden las instituciones? Con el cuerpo.
Ahí las palabras no sirven para nada. Quien viene por las instituciones (como ocurrió tantas veces en el país), viene armado hasta los dientes. Podrá tener un par de escribas adeptos, pero se prepara para la guerra. Las palabras no alcanzan para tirar ni para salvar a un gobierno (incluso la simplificación de Ilia y la tortuga es un mito). Péor aún, cuanto mayor cantidad de palabras “pomposas” (magnicidio, revolución, pueblada, etc.) menor compromiso.
Miren lo que pasó en Bariloche. Los guapos de Latinoamérica, tan dados a hablar por demás, se comieron las bases yanquis en Colombia sin decir agua va. ¿Saben por qué? Porque defender sus posiciones más allá del palabrerío los hubiera llevado a enfrentar en serio al poder (quizá es un signo de cordura), cosa que ninguno de ellos está dispuesto a hacer.
La “patria Bolivariana” y el rescate de los setenta, también son “títulos gancho” que llaman la atención. Poco más.

Fuente

Share this post!

Bookmark and Share

0 comentarios: